Autore: Marisa Roldán
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21 aprile 2022
Ya llevaba unos cuantos Árboles pintados. Mi creatividad y mi actividad estaban por la nubes, un deseo casi irrefrenable de pintar. Un color que me recordaba algo, formas que expresaban aquello que quería contar, ramas, troncos, raíces, fondos...Un conjunto de sentimientos con apariencia de árbol dedicado a alguien o a algo vivido. Estar en estado creativo es como entrar en trance, el tiempo ya no existe y el espacio tampoco. Tú cuerpo es parte de los materiales que vas a utilizar, a veces pincel y a veces lienzo, a veces color y a veces pintura. La música es parte importante para mí durante este proceso. Bailo, medito, respiro... Es por eso que cuando comienzo una obra no puedo dejarla, estoy inmersa plasmando una historia y necesito contarla de principio a fin, sin interrupciones. Mis Árboles son historias de vida que se cuentan una vez, solo esa vez, por eso son tan valiosos. Ni yo misma puedo repetirlos. Mi primera exposición fue gracias a una pequeña desgracia y a mis amigas Ani y Patri. La pequeña desgracia fue una rotura en una muela, andaba fatal de dinero por aquel tiempo, si os habéis divorciado sabréis de que hablo. Le comenté a mi amiga Ani que necesitaba ir al dentista a arreglarme la dichosa fractura pero que no sabía como hacerlo ya que no podía permitírmelo. Aunque tenía ya una considerable colección de cuadros muy pocas personas los habían visto porque ¿cómo mostrar mis obras si yo era una Auxiliar de Enfermería y ni estaba formada en bellas artes, ni jamás había pintado hasta ese momento? Era un disparate. Pero Ani me animó, me dijo que esas pinturas tenían identidad, que eran muy especiales y bonitas, que las mostrara al mundo. Ella junto con Patri se encargaron de organizar mi primera exposición en "Graná Me Mata", un Pub con una oferta cultural bastante interesante en su día, hace tiempo que no voy por allí, desconozco si siguen. Por la tarde montamos junto con mi hermana Mª Carmen. Las sensaciones y emociones que sentía dentro de mí eran contradictorias. Por una lado súper contenta y por otro muy asustada. No tenía experiencia, ni formación para defender mi arte y tampoco dinero para ofrecer aunque fuese un café. Pero tenía algo que me empoderaba, la verdad. Verdad sobre lo que quería comunicar, verdad sobre aquellas maravillosas imágenes que tenían atrapada mi mente, y mi cuerpo, y eso sí que podía defenderlo. Gustó la exposición, gustaron mis Árboles. No recuerdo haber vendido ninguno en esa exposición, ya contaba con eso, aunque me habría ayudado con la factura del dentista. Pero me sentí orgullosa, feliz, una serie de emociones que hasta ese día no conocía. ...Gracias por vuestra ayuda chicas, nunca olvidaré mi primera exposición!! Abajo uno de esos primeros Árboles.